Por Ricardo Reyes, Director de Operaciones en Veolia México
Cada semana, una planta automotriz en el Bajío o en el norte del país enfrenta una decisión estratégica: toneladas de residuos plásticos o metálicos contaminados con aceites industriales difíciles de separar y costosos de gestionar. Podemos pagar por su disposición final y asumir los riesgos regulatorios, o transformar este desafío en una oportunidad.
Imagina que esos residuos valen más de lo que cuestan. En un contexto donde se habla constantemente de nearshoring, eficiencia y competitividad global, esta perspectiva empieza a definir quiénes sobrevivirán en la nueva era industrial de México, especialmente cuando normativas como la NOM-173 han elevado los estándares de manejo. Basta observar lo que ocurre en Nuevo León, donde el volumen de residuos industriales gestionados pasó de 184 mil toneladas en 2017 a más de 1.5 millones en 2023, un crecimiento de 714%.
Sí, esta cifra habla de expansión económica. Pero también refleja una presión sin precedentes sobre sistemas de gestión, sobre la infraestructura disponible y sobre la capacidad de las empresas para operar con responsabilidad ambiental. Porque generar más es relativamente sencillo. Gestionar bien, a esa escala, no tanto.
Cada residuo industrial habla de cómo aprovechamos la materia prima, cuánta energía se pierde en el camino y qué tan maduros son nuestros procesos. Durante décadas, el residuo fue “el último punto” de la operación (la merma), algo que se resolvía al final o que simplemente no se resolvía.
Desde nuestra experiencia acompañando industrias con servicios On Site, tratamiento de residuos peligrosos y coprocesamiento, hemos identificado un patrón: las organizaciones que mejor se adaptan son las que cambian las preguntas que se hacen.
Pasan de preguntarse cómo deshacerse de sus residuos a definir qué parte puede reincorporarse como insumo, qué procesos pueden rediseñar para generar menos desde el origen y cómo integrar la valorización dentro de su modelo de negocio, más allá del reporte ESG.
Cuando estas preguntas entran a la sala de juntas, el residuo deja de ser un gasto inevitable y se convierte en palanca estratégica que impulsa la transición a la economía circular a través de tres peldaños claros:
- Control y trazabilidad: Sistemas que permiten seguir cada corriente de residuo a lo largo de toda su vida, reduciendo riesgos operativos y regulatorios.
- Gestión integral: Clasificación desde origen, almacenamiento seguro, transporte autorizado y tratamientos especializados para residuos sólidos y líquidos peligrosos.
- Valorización estratégica: Convertir residuos en materias primas secundarias, combustibles alternos o insumos para otras industrias.
En Aguascalientes, una empresa de la industria automotriz logró implementar, con el respaldo de Veolia, una política ambiental de Zero Waste to Landfill (ZWL) a través de un sistema integral de gestión de residuos.
A lo largo de más de 15 años, la compañía ha transformado el manejo de más de 8,000 toneladas anuales de residuos en sus dos plantas mediante segregación adecuada, control de almacén temporal y selección de opciones de valorización y reciclaje.
Lo que antes representaba un desafío de cumplimiento normativo, hoy es un modelo de economía circular que asegura el reciclaje, minimiza residuos y optimiza costos operativos, manteniendo certificaciones ISO 14001:2015 e Industria Limpia.
Sin embargo, nada de esto funciona sin infraestructura robusta. Instalaciones como el Centro de Tratamiento y Disposición Final de Residuos Industriales en Mina, Nuevo León —con 40 años de operación y más de 11 millones de metros cúbicos gestionados— demuestran que la escala sí se puede atender, sólo cuando existe visión de largo plazo, inversión sostenida y aliados que garanticen que cada tonelada se pesa, caracteriza, trata y dispone correctamente.
Ahí es donde la ecuación que antes no cuadraba —costos, cumplimiento, reputación y eficiencia— empieza a cerrarse. Y para quienes dirigen operaciones industriales en México, esa transformación se traduce en tres preguntas concretas que hoy definen su posición competitiva:
- ¿Tienes trazabilidad completa de tus residuos desde generación hasta disposición final?
- ¿Qué porcentaje de tus residuos está siendo valorizado vs el porcentaje de tus residuos que acaban en un confinamiento?
- ¿Tu estrategia de residuos está integrada a tu plan de negocio o vive solo en el área de sustentabilidad?
Las respuestas a estas preguntas definen tu capacidad de atraer inversión, retener clientes globales y operar con márgenes competitivos en un entorno donde la sostenibilidad ya no es opcional.
Porque en la nueva industria mexicana, transformar residuos en valor no es filantropía corporativa. Es una estrategia de supervivencia.
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