Experto en el arte de dominar la narrativa, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, sorprendió el miércoles con una declaración un tanto descompuesta, al afirmar, en tono amenazante, que contempla la posibilidad de dejar expirar el T-MEC.
Alguno de sus avezados asesores le debió informar que el contrato que compromete a las tres naciones norteamericanas llegará a su fin en 2036, ocho años después de que haya abandonado la presidencia para no volver. Lo que sí está programado para el próximo año, es una revisión del acuerdo comercial, la primera de muchas, si es que Canadá, Estados Unidos y México no deciden extenderlo por 16 años más.
Como si se tratara de un monarca, Trump hace planes como si su presidencia fuera a ser vitalicia. La paradoja es evidente: pretende rediseñar la arquitectura económica de la Unión Americana desde un mandato efímero, sin asumir que será otra administración –y quizá otra visión del mundo–, la que tendrá que pagar los costos y administrar las consecuencias.
Desde el Congreso, son ya varios los legisladores que, bajo este escenario, cuestionan la lógica de emprender una renegociación más allá de lo necesario y no se trata de figuras periféricas: el senador John Cornyn en Texas, el republicano Mike Crapo en Idaho, el demócrata Ron Wyden en Oregón y el representante Adrian Smith en Nebraska, encabezan las comisiones que pueden frenar o acelerar cualquier acuerdo comercial. Nadie quiere que la mayor relación económica de Estados Unidos se convierta en rehén de los impulsos del Ejecutivo.
La declaración de Trump coincidió con las audiencias públicas organizadas por la Oficina de Representación Comercial de los Estados Unidos (USTR) como parte del proceso de revisión del T-MEC. Empresas automotrices, cámaras agrícolas y representantes del sector manufacturero coincidieron en algo poco común en la política estadounidense: desmontar el tratado sería un dislate colosal. Quizá por primera vez desde su aprobación, la coalición de defensa del acuerdo es transversal.
Claramente no lo hacen por México sino por su propia supervivencia: el comercio bilateral se acercó a los 840,000 millones de dólares en 2024 y más de cinco millones de empleos estadounidenses dependen de esta integración de acuerdo a fuentes oficiales. Para estados como Texas, Ohio, Arizona o Michigan, la eventual reactivación de aranceles tendría efectos devastadores, con incrementos de 25% en sectores clave como el automotriz.
Trump le apuesta al miedo. Si de verdad quisiera negociar un nuevo tratado desde cero, su país entraría en un vacío jurídico que paralizaría inversiones, desplazaría cadenas de suministro y obligaría a todos a operar bajo las reglas de la Organización Mundial de comercio (OMC). Tan solo esa transición podría costar miles de millones de dólares y desbaratar una red económica que tardó décadas en consolidarse.
El espíritu de la revisión programada para 2026, es una oportunidad técnica para ajustar puntos conflictivos, no para dinamitar un pacto en el que él mismo participó.
El riesgo para Estados Unidos es mayor de lo que admite la retórica trumpista. Apostar a decisiones de décadas bajo un liderazgo de tres años es muy mala idea, algo que ni los mismos republicanos en el Congreso estarían dispuestos a tolerar. Lo que está en juego no es solo el comercio con México y Canadá, sino la estabilidad de un bloque que, al margen de las quejas, ha beneficiado más a los estadounidenses que a nadie.
Sin visas a transportistas y a funcionario aduanal
El Departamento de Estado anunció la revocación de visas a ejecutivos de una empresa de transporte con sede en México y, de paso, al director General de Investigación Aduanera de la Agencia Nacional de Aduanas de México (ANAM), Alex Tonatiuh Márquez Hernández. De lo primero, fue la propia dependencia la que lo informó mediante un comunicado; de lo segundo, se difundió por exclusiva del reportero Arturo Ángel a Milenio.
En el primer caso, la decisión se debe a que la empresa habría diseñado servicios de viajes deliberadamente para personas que pretendían migrar a Estados Unidos, desde el Caribe y otros puntos de Centroamérica. El Departamento de Estado no precisó nombres de la empresa ni de los directivos, ni número de visas revocadas y, aunque no se especificó el tipo de giro de transporte al que se dedica la aludida, todo indica que es una compañía de transporte de pasajeros. Como antecedente probablemente relacionado, a mediados de noviembre se cancelaron las visas a directivos compañías de transporte, agencias de viaje y operadores turísticos nicaragüenses por la misma razón.
El segundo caso no es menos grave. Como director General de Investigación Aduanera de la ANAM, Márquez Hernández tiene bajo su responsabilidad investigar todo lo relacionado con contrabando. Cabe recordar que, en pleno escándalo por lo que se conoció como el huachicol fiscal a cargo de almirantes en julio pasado, trascendió que el funcionario poseía una colección de por lo menos cinco relojes con un valor estimado de 8 millones de pesos. Posteriormente se supo que adquirió un penthouse en Polanco por solo 7.7 millones de pesos, cuando departamentos similares en la zona tienen el triple de valor.
Pero si el apodado “Lord Relojes” no renunció por su gusto a la alta relojería ni la sospechosa compra de un PH, menos porque le retiren la visa estadounidense, pues al solicitársele posicionamiento al respecto dijo que es un procedimiento administrativo y personal, que no afecta sus responsabilidades como servidor público, y en el futuro puede volver a solicitar la visa.
Y es que, en efecto, no hay impedimento legal para tener un cargo público si no se tiene la visa de Estados Unidos, aunque sea un funcionario aduanal importante, tratándose de la visa del país con el cual México tiene la mayor relación comercial, y viceversa, y en medio del mayor caso de corrupción en lo que va de siglo en México, como el del llamado huachicol fiscal. Sin embargo, es un mensaje muy claro al gobierno de Claudia Sheinbaum que “fuentes diplomáticas estadounidenses” hayan confirmado a un medio de comunicación el retiro de la visa a un alto funcionario aduanal con una riqueza cuestionable públicamente desde hace medio año, máxime en tiempos en que la administración Trump ha optado por dar uso político a la difusión de revocación de visas, previéndose que la mínima consecuencia de ello sea que la ANAM estrene director General de Investigación Aduanera a partir de 2026.
Reducción de la jornada laboral: claros y oscuros
La iniciativa de la presidenta Claudia Sheinbaum para reducir gradualmente la jornada laboral de 48 a 40 horas tendría implicaciones positivas y negativas para el sector productivo.
La reducción, tanto para empleados, que son quienes ganarían tiempo para vida personal, así como para las empresas, que tendrían que realizar ajustes operativos y podrían enfrentar aumento en sus costos también les genera una mayor productividad.
Por ejemplo, en el caso de la salud para los trabajadores, eso implicaría que en el aspecto físico y mental tuvieran un panorama más favorable y que los riesgos por estrés disminuyeran al hacer su vida laboral, un poco más tranquila.
En cuanto al tema salarial, la medida no implicaría ninguna afectación para los trabajadores, al contrario, ya que el valor de cada hora aumentaría. Asimismo, los trabajadores tendrían más tiempo para sus familias. Sin embargo, la reducción podría disminuir la base de cotización de los trabajadores para futuras prestaciones.
En cuanto al tema de las empresas, podrían tener gastos operativos un poco mayores, ya que sería necesaria la contratación de nuevo personal para cubrir las horas que dejaron de laborarse. Lo cierto es que redituaría en una mayor productividad de los trabajadores, debido a los beneficios que alcanzaría.
También se registrarían algunos ajustes en cuanto a los horarios, así como en los procedimientos de cada una de las instituciones, pero si no se realiza una planificación adecuada, puede existir un riesgo de sobrecarga de trabajo, si es que no se administran bien los tiempos. Ahora, en cuanto a las sanciones, pues las empresas que no cumplan podrían ser acreedoras a penalidades por parte de las autoridades.
Esta medida, que sería aplicada de manera gradual desde 2027 hasta 2030, fecha en que se tiene programado que ya se cumplan las 40 horas, tiene más pros que contras, ya que primero vino el tema del aumento del salario mínimo, lo que generó buenos dividendos para todos, y ahora viene el tema de la reducción de la jornada laboral. Todo indica que el sector productivo en México puede tener mejoras importantes con estas medidas.
Mercado laboral en la construcción
Cuando se habla del mercado laboral en México, solemos mirar primero a los grandes corporativos, a la tecnología o al comercio como indicadores del pulso económico. Sin embargo, pocas industrias reflejan con tanta claridad la realidad del empleo como la construcción. Este sector no puede detenerse y es un espacio en donde hay desarrollo y señales inequívocas de hacia dónde se mueve el país.
Mientras la construcción avanza entre ciclos de inversión pública y privada, plataformas como Computrabajo, el sitio de empleo líder en Latinoamérica, revelan cuáles son los perfiles que realmente sostienen al sector. El top 5 de los puestos más buscados este trimestre no sorprende, pero sí confirma una tendencia: el talento técnico especializado seguirá siendo el corazón de la industria. Arquitectos, ingenieros, supervisores, residentes de obra y auxiliares, en ese orden, forman una cadena operativa que no solo ejecuta proyectos, sino que los hace viables.
Algo similar ocurre con las llamadas “habilidades blandas”, que siguen ocupando un lugar central. La organización, la puntualidad y el trabajo en equipo son, en la práctica, los factores que diferencian una obra eficiente de un proyecto fallido. Por otro lado, las habilidades técnicas más solicitadas reafirman una realidad: el dominio de AutoCAD, el conocimiento de normativas y la capacidad de integrar equipos multidisciplinarios ya no son ventajas competitivas, sino requisitos mínimos para mantenerse vigente.
El mercado laboral de la construcción nos recuerda un principio que conviene no olvidar: las industrias que sustentan el crecimiento del país no siempre son las más visibles, pero sí las más indispensables, y si queremos un México que construya más y mejor, necesitamos un mercado que reconozca el valor del talento, que profesionalice sus prácticas y que abra espacio a la diversidad.