El cambio de sede de la serie del Caribe 2026 de Caracas a Guadalajara ha generado una gran polémica y reabierto, por enésima vez, el debate sobre si las justas deportivas símbolo de un mundo neutral y pacífico, tendrían que ser dirimidas en la arena política.
El traslado a la sede de Jalisco no se definió por razones deportivas. No existió debate sobre estadios, calendario o afición. Un recordatorio de que el deporte contemporáneo ya no se define únicamente en la cancha, sino en un espacio donde pesan las sanciones, alineamientos diplomáticos y silencios convenientes que ocultan muchos otros factores.
La explicación oficial apeló a la logística y las garantías. Pero el trasfondo es más que evidente: el contexto político del país que aspiraba a organizar el torneo volvió incómoda su celebración. Nadie estuvo dispuesto a asumir el costo simbólico, mediático o diplomático de mantener la sede. No hubo un veto en lo formal, simplemente se aplicó un “desplazamiento” preventivo.
La historia del deporte está llena de ejemplos donde la política dejó de fingir neutralidad. Los juegos olímpicos de Moscú 1980 fueron boicoteados por Estados Unidos y decenas de países tras la invasión soviética a Afganistán. Cuatro años después, la Unión Soviética y el bloque socialista tomaron revancha y dejaron huérfanos a los juegos de Los Ángeles. Miles de atletas quedaron atrapados en ese limbo en un accionar que nada tenía que ver con su rendimiento, pero que sentenció sus carreras.
Los boicots no desaparecieron, solo sufrieron una metamorfosis. En los juegos olímpicos de invierno de Pekín en 2022, varios países –entre ellos Estados Unidos, Canadá y Reino Unido– determinaron no enviar delegaciones oficiales, pero permitieron participar a sus atletas sin representación política.
Ese mismo año en Wimbledon el castigo fue directo: jugadores rusos y bielorrusos quedaron fuera, no por dopaje ni por faltas reglamentarias, sino por el pasaporte que portaban.
El fútbol tampoco escapa. Rusia está excluida del mundial de 2026 a causa de la invasión a Ucrania, como antes lo estuvo Sudáfrica durante el apartheid o Yugoslavia en los años noventa. A veces se trata de vetos abiertos; otras, de boicots tácitos, presiones económicas o decisiones “administrativas” que producen el mismo efecto.
Jalisco será una sede digna. México ofrece certezas, experiencia y estabilidad; sin embargo, el éxito en la organización no debe dejar en el olvido el precedente: la Serie del Caribe se movió para evitar un conflicto, no para mejorar el espectáculo. Y ese detalle importa, ya que normaliza la idea de que los eventos deportivos ya no pertenecen a los jugadores y los aficionados, sino a una lógica de poder donde el deporte termina reducido a un simple aparador.
En ese tablero geopolítico, hay ganadores que no necesitan aparecer en la foto. A la distancia Donald Trump debe reír con satisfacción. El cerco sobre Venezuela se cerró aún más. Las federaciones y el umpire obraron a su favor para sacar a Caracas de base.
Los vales de Nahle
Pocas carreras políticas han tenido todo a su favor como la de Rocío Nahle en la Cuarta Transformación. Fue secretaria de Energía, tuvo a cargo la construcción de uno de los proyectos insignia del lopezobradorismo, que realizó con sobrecostos y ni siquiera dejó terminada la refinería.
Tuvo el respaldo presidencial y hasta se acomodaron los requisitos legales para que llegara a ser, además de la primera gobernadora de Veracruz, la primera no nacida en el estado. Arrasó en las elecciones, incluso relevó a un gobernador con varios dislates en su haber, y presumía cercanía con la presidenta Claudia Sheinbaum.
¿Qué podía salir mal? Solo la poca sensibilidad de Nahle
Dos ejemplos: primero, cuando minimizó la muerte de la profesora jubilada que había sido secuestrada por extorsionadores, argumentando que murió de un infarto, cuando ni siquiera era forense el médico que determinó la muerte. Segundo, la ausencia de la gobernadora ante las lluvias torrenciales de octubre que inundaron varios municipios y que fueron motivo de reclamos a la presidenta en la visita presidencial a los lugares del desastre.
Para cerrar el año, la semana pasada, se les informó a los trabajadores de la Secretaría de Salud estatal que recibirían su bono de fin de año en una tarjeta de despensa para supermercado y no en efectivo -casi 15 mil pesos-, como se había venido entregando cada año. Esto derivó en paros de labores, manifestaciones y cierres de vialidades.
Abordada sobre el tema, la presidenta Claudia Sheinbaum hizo lo que ya ha hecho otras veces con
los responsables de palabras, errores e incompetencias: que den la cara, en este caso, que
lo explique el gobierno de Veracruz, o sea, Nahle.
Y Nahle tuvo que recular, anunciar que el bono podrá retirarse en efectivo, por lo que se haría un reajuste con los proveedores, no sin antes salir a defender la legalidad del pago del bono en vales de despensa, argumentando que se trata de un apoyo contemplado en el contrato colectivo de trabajo, no el aguinaldo; ser una práctica común en el sector privado, y hasta que quedan exentos de impuestos.
Nadie le dijo a la gobernadora y a ella ni se le ocurrió, que la medida causaría inconformidades que llegarían hasta Palacio Nacional y que, si la hubiera aplicado un gobierno de oposición, todo Morena se la hubiera comido viva. Por lo pronto, Rocío Nahle ya debería tener claro que en Presidencia no responden por las imprudencias de sus correligionarios y que debería salir a explicarlas antes de que la presidenta se las exija.
La lógica patrimonial detrás del ladrillo urbano
El cierre e inicio de año suele ser un punto de inflexión para la toma de decisiones patrimoniales. Más allá del simbolismo del calendario, este periodo concentra variables que inciden directamente en el mercado inmobiliario como ajustes fiscales, redefinición de portafolios de inversión y una mayor claridad sobre las expectativas económicas del año entrante. En este contexto, la vivienda urbana bien ubicada mantiene su posición como uno de los activos más resilientes frente a la volatilidad.
En la Ciudad de México, corredores consolidados como Paseo de la Reforma reflejan esta tendencia. La combinación entre conectividad, oferta limitada de suelo y demanda constante ha permitido que la plusvalía se mantenga en niveles superiores al promedio de la ciudad, incluso en escenarios de desaceleración económica.
Analistas de University Tower, la torre residencial más alta de Paseo de la Reforma, coinciden en que este comportamiento responde a factores estructurales más que coyunturales, entre ellos la concentración de servicios, la cercanía a centros de empleo y la consolidación de la vivienda vertical como respuesta al crecimiento urbano.
A ello se suma un factor coyuntural relevante: la expectativa de una alta ocupación rumbo a la Copa Mundial de la FIFA, que refuerza el atractivo de estos corredores para esquemas de renta y uso mixto.
Más que una apuesta especulativa, la inversión inmobiliaria en este momento responde a una lógica de preservación y crecimiento de valor a mediano y largo plazo, donde la verticalización, la ubicación y la calidad del producto inmobiliario se consolidan como variables clave para los inversionistas que buscan certidumbre en un entorno global aún marcado por la cautela.