Honduras: el adiós al experimento izquierdista

Honduras: el adiós al experimento izquierdista

Tres años fueron suficientes para que los hondureños se dieran cuenta de que la izquierda no era lo suyo. Hoy se disputa el poder la derecha, una presidencia que finalmente ocuparán Salvador Nasralla, un expresentador de televisión respaldado por una coalición de fuerzas antioficialistas, o Nasry Asfura, encabezando al Partido Nacional, ambos con igual número de posibilidades ya que se encuentran en un virtual empate técnico.

Honduras llegó a estas elecciones con una fragilidad económica enorme, porque, aunque las cifras económicas revelen cierta disminución en la miseria, el hecho central sigue estando vigente: seis de cada diez de sus ciudadanos siguen siendo pobres, y cerca de cuatro de cada diez viven en pobreza extrema. Con un ingreso per cápita de apenas 3,400 dólares al año, en ese punto es donde el país continúa entre los más desamparados del continente, solo por encima de Haití.

La economía carece de motores internos: informalidad masiva, escasa inversión, un mercado laboral que no absorbe a la población y una dependencia profunda de las remesas, sin las cuales una parte significativa del país podría colapsar. El margen fiscal es mínimo y cualquier error económico puede traducirse, de inmediato, en tensiones sociales y más migración.

En ese punto es en donde el respaldo de Trump adquiere relevancia. Su cercanía con Asfura no solo tiene un valor simbólico: también define expectativas. De ganar, estará obligado a alinearse con una visión más dura en materia de seguridad, migración y disciplina fiscal. El problema es que Honduras no está para soportar políticas de choque sin costos severos. Lo que la Casa Blanca califica como orden, en Tegucigalpa se traduce en presión sobre una sociedad que está operando al límite.

Un gobierno con legitimidad electoral, pero con poco margen económico, tentado a complacer a sus aliados externos. Incluso si en ello va a aumentar la vulnerabilidad de su población.

Una vez hecho el cambio de gobierno, el contraste en la relación con México será evidente. Nuestro gobierno mantuvo una relación fluida con la presidenta Xiomara Castro por su afinidad política con la Cuarta Transformación. Su salida del poder implicará un reacomodo regional. Claudia Sheinbaum perderá una aliada en Centroamérica justo cuando necesita una coordinación migratoria, apoyo diplomático y estabilidad en la frontera sur.

Una Honduras gobernada por la derecha no romperá con México, pero sí modificará sus prioridades, privilegiando la interlocución con Washington y endureciendo políticas que hoy se manejan con mayor sensibilidad social.

En las próximas semanas Honduras redefinirá su lugar en el mapa regional. Y lo hará con el peso de una realidad que ninguna narrativa puede maquillar: se trata de un país exhausto urgido de reconstrucción, no solo de alternancia.

Las amenazas de Donald Trump

La advertencia que el presidente estadounidense Donald Trump hizo a los narcotraficantes en Venezuela podría arrojar una doble lectura si es que recordamos que a los cárteles mexicanos también se les denominó terroristas.

Apenas el martes, el mandatario norteamericano señaló que los ataques terrestres contra los grupos criminales de ese país comenzarían muy pronto. Lo más fuerte del tema fue el tono con él que se expresó de ellos, al señalar “vamos a acabar con esos hijos de perra”.

Cabe recordar que desde hace algunas semanas una flota estadounidense se encuentra en aguas centroamericanas, muy cercanas a Venezuela, encabezada por el portaaviones USS Gerald Ford, el buque de guerra más poderoso en el mundo, el cual es acompañado por barcos destructores y un submarino.

De igual manera, Trump se refirió al tema de cocaína en Colombia y fue ahí donde dejó entrever que cualquier país que trafique drogas a Estados Unidos podría estar sujeto a ataques con lo que deja abierta la puerta a incluir a nuestro país.

Una nueva preocupación para la presidenta Claudia Sheinbaum, quien en próximos días podría reunirse con el mandatario estadounidense en Washington, si es que asiste al sorteo del Mundial de Fútbol de 2026, que se celebrará en esa ciudad. Un tema más para ponerlo sobre la mesa.

Cuauhtémoc y Tizayuca dominan mercado inmobiliario

El mercado inmobiliario de la Zona Metropolitana del Valle de México (ZMCDMX) cerró el tercer trimestre de 2025 con un comportamiento mixto: aunque las ventas totales crecieron ligeramente frente al trimestre inmediato anterior, continúan por debajo de los niveles registrados un año antes. De acuerdo a datos reportados por Tinsa México by Accumin, la multinacional de consultoría y valuación inmobiliaria, entre julio y septiembre de 2025 se desplazaron 7 640 unidades; un avance trimestral de 1%, pero con una caída de 4% en relación al mismo mes del año anterior.

Del total colocado, 41% correspondió a la CDMX, 42% a los municipios conurbados del Estado de México y 17% a los de Hidalgo. Esta última entidad mostró un dinamismo especial, al incrementar su participación en 2% respecto al trimestre previo.

La zona Norte se consolidó como el motor del mercado, con 3 412 unidades vendidas que representan 44,7% del total. Le sigue la zona Centro con 1 656 unidades y un 21.7% de participación.

En el desglose por alcaldía/municipio, Cuauhtémoc recuperó el primer lugar con 931 unidades, aunque esta cifra implica una contracción anual de 6.2%. En el segundo sitio se encuentra Tizayuca, con 930 unidades y un notable crecimiento de 18.4%. Tecámac y Zumpango también mantuvieron un ritmo activo de colocación.

El inventario disponible continúa reduciéndose: el stock de vivienda en la ZMCDMX cayó 9.8% anual, pese a que en el trimestre ingresaron 6 984 unidades distribuidas en 78 nuevos proyectos.

Los datos para el tercer trimestre de 2025 muestran un mercado que no está en crisis, pero sí en un proceso de ajuste profundo: menor oferta nueva, precios estables con variaciones por zona y un dinamismo que se desplaza hacia áreas periféricas, particularmente en Hidalgo y el Estado de México. Para la CDMX, el liderazgo de Cuauhtémoc refleja la fuerza del mercado central, aunque no exento de presiones.

Salario mínimo: las mentiras del ayer

El salario mínimo mensual tendrá un aumento del 13% a partir del 1º de enero de 2026, con lo que pasa de 278.80 pesos diarios ($ 8,475 mensuales) a 315.04 pesos ($ 9,582.47 al mes). En el caso de la zona fronteriza, el aumento será de 5%, con lo cual pasa de 419.88 pesos a 440.87 pesos diarios, es decir, $ 13,409.80 mensuales. Se trata de un aumento del poder adquisitivo del salario mínimo de más del 154% desde 2018, cuando empezaron los incrementos y que, de acuerdo a las estimaciones, permitirá adquirir el equivalente a dos canastas básicas, y la meta para 2030 será de 2 y media canastas básicas.

Las cámaras empresariales manifestaron su respaldo al incremento, así como a la iniciativa para reducir la jornada laboral a 40 horas en un esquema gradual a partir de 2027, no sin dejar de advertir el riesgo de despidos ante la situación económica y la dificultad para mini, pequeñas y medianas empresas para aguantar el ritmo del incremento al salario y el recorte de horas de trabajo.

Atrás quedó el mito de gobierno, empresarios y especialistas de que el incremento al salario mínimo por arriba de la inflación dispararía la inflación y el desempleo. Sexenios pasaron en que los incrementos fueron de centavos, con el reconocimiento de que no alcanzaba para comprar la canasta básica, la lejana promesa de que algún día el salario mínimo sería el referente de un pago justo, y hasta la falsedad de que nadie lo ganaba y solo era una referencia como unidad de medida o tope salarial. El alza acumulada del salario mínimo en términos reales durante el sexenio de Vicente Fox fue de 1.05%; en el de Calderón, 0.14% y 0.36% en el de Peña Nieto.

Contrario a lo que argumentaban quienes decían que nadie ganaba eso, una tercera parte de la población ocupada gana el salario mínimo de acuerdo al INEGI, estimándose que el actual incremento beneficiará a 8.5 millones de trabajadores. Y se trata de un beneficio enorme para muchos pasar de ganar 123.94 pesos al día en 2018 a $ 315.04 diarios.

Hoy, el argumento para despreciar el incremento al salario mínimo es que los beneficiados representan apenas el equivalente a la cuarta parte de los trabajadores informales -muchos de los cuales ganan menos-, lo cual puede ser cierto, pero eso habla del problema de la informalidad, no de un salario mínimo que no alcanza.

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